es decir, “Los idólatras levantarán sus altares e imágenes en cualquier colina alta, y debajo de todo árbol frondoso a su antojo, pero vosotros no lo haréis así; el Señor mismo determinará el lugar de vuestra adoración, y sólo allí le buscaréis”. La religión de los cananeos era humana; sus modos de adoración fueron inventados por el hombre. Fijó sus lugares sagrados en las colinas con la vana idea de estar más cerca del cielo, o en arboledas profundas donde el silencio y la oscuridad podrían intimidar al adorador.

Pero tales aparatos supersticiosos no eran dignos de la verdadera religión. Dios se había revelado a Sí mismo a la gente en él, y manifestó entre ellos Su presencia y poder inmediatos. Él mismo asignaría el santuario y el ritual de su propio servicio.

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