Esta profecía ocupa este único capítulo. Su diseño y alcance no es difícil de entender. El momento en que fue entregado se designa en Isaías 20:1, y fue manifiestamente en el reinado de Ezequías. El imperio asirio había extendido sus conquistas sobre Siria, Damasco y Efraín o Samaria 2 Reyes 18:9. El rey de Asiria mintió y envió a Tartán a tomar posesión de Ashdod, o Azoto, la llave marítima de Palestina, y existía un peligro evidente de que los asirios derrocarían al gobierno de Judá y asegurarían también la conquista de Egipto. En estas circunstancias de peligro, la principal dependencia de Judá era la ayuda que esperaban obtener de Egipto y Etiopía Isaías 20:5, ya que solo podían repeler a los asirios. Confiaron más en esa ayuda que en Dios. Para “recordarlos” de esto, y mostrarles la vanidad de tal dependencia, y llevarlos a confiar en Dios, Isaías fue enviado a ellos para ser una señal; o para indicar mediante una acción simbólica cuál sería el destino de los egipcios en quienes confiaban Isaías 20:4. Al mostrarles a los judíos cuál sería el destino de Egipto, diseñó retirarlos de su apoyo y recurrir a Dios para su protección y ayuda.

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