El mandato era “Hablad a la roca”. El acto de herir, y especialmente con dos golpes, indica una violenta irritación por parte de Moisés; al igual que su modo indecoroso de dirigirse a la gente: “Oíd ahora, rebeldes”. También la forma de la pregunta, “debemos, etc.”, no dirige al pueblo, como debería haber sido el caso, a Dios como su libertador, sino a Moisés y Aarón personalmente.

En efecto, el fiel siervo de Dios, desgastado por las reiteradas perversidades del pueblo, se derrumba; y en el desempeño real de su deber como representante de Dios ante Israel, actúa indignamente de la gran función que se le ha encomendado. Por lo tanto, Moisés no “santificó a Dios a los ojos de los hijos de Israel”. Aarón pudo haber refrenado las palabras y los actos intemperantes de Moisés, y no lo hizo. Por lo tanto, Dios castiga a ambos retirándolos de su trabajo para Él y entregando su realización a otro.

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