La condición de los sirvientes, cuando están enfermos, es a menudo muy angustiosa. Al no tener parientes que los cuiden, es deber de sus patrones, en la medida de lo posible, suplir sus necesidades; y cuando, bajo una profunda convicción de su propia indignidad e insuficiencia, alguno acude a Cristo en busca de ayuda para los que están bajo su cuidado, él se deleita en otorgar las bendiciones que necesitan.

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