La minuciosidad y exactitud con que Jesucristo predijo los acontecimientos que precedieron a la destrucción de Jerusalén, y el perfecto cumplimiento de sus predicciones al respecto, son evidencia concluyente de que él es el "Testigo fiel y verdadero", de que cuando la palabra haya pasado de su boca permanece para siempre. Véase Salmo 33:11 ; Isaías 46:9-11 .

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Antiguo Testamento