La muerte de Ananías y Safira debe considerarse como un acto de Dios, no de Pedro, como el cegamiento de Elimas ( Hechos 13:9 ). Pedro actúa, no por su propia autoridad, sino bajo la inspiración directa del Espíritu Santo, quien le informa del pecado secreto y lo autoriza a ejecutar la venganza divina. De manera similar, San Pablo se inspira para pronunciar sentencia contra Elimas.

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