El Señor engrandeció sobremanera a Salomón. Le dio gran honor y reputación, junto con riquezas y poder, y todas las cosas que hacen que un rey sea grande y glorioso. Le otorgó tal majestad real como no la había tenido ningún rey de Israel, ni David ni Saúl, ni ninguno de los anteriores gobernadores de Israel. Ninguno de sus predecesores poseía tanta dignidad y autoridad, ni vivía con tanto esplendor y magnificencia como él.

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