Elías subió a la cima del Carmelo donde podría derramar sus oraciones a Dios; y desde donde podría mirar hacia el mar. Desde allí tenía una gran perspectiva del mar: los marineros de la actualidad lo llaman Cabo Carmelo. Entre sus rodillas , es decir, inclinó la cabeza tan bajo, que le tocó las rodillas; humillándose así en el sentido de su propia mezquindad, ahora Dios lo había honrado así.

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