Habla lo que es bueno Esta fue una petición sumamente absurda: porque si Micaías era un verdadero profeta, no podía decir nada más que lo que le sugirió la inspiración divina, y si no lo fuera, ¿por qué iba a hablar? ¿De qué serviría su profetizar si no es para engañar? Lo que el Señor me diga, lo diré. La respuesta que el Señor pondrá en mi mente y en mi boca. Se resuelve como alguien que tenía el ojo puesto en un rey más grande que cualquiera de estos. Parece, hasta ahora, no haber tenido ninguna revelación sobre el asunto. Pero cuando se le hizo la pregunta, Dios le enseñó qué responder.

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