Sin embargo, el Señor testificó contra Israel contra su adoración falsa y todas sus impiedades. Por todos los profetas y por todos los videntesA quien declaró su mente por medio de extraordinarias revelaciones y visiones, y por quien lo publicó, dando testimonio desde el cielo de su doctrina, por eminentes y gloriosos milagros. Abarbinel, en su comentario sobre estos libros, ha notado uno o más profetas en el reinado de cada rey, tanto en Israel como en Judá, desde el tiempo de Saúl hasta Sedequías, en cuyo tiempo Jerusalén fue desolada. Las diez tribus habían tenido últimamente entre ellas dos de las más singularmente eminentes por su celo, valor, fidelidad y las maravillas que obraron, en el nombre de Dios, en confirmación de su misión y doctrina divinas, a saber, Elías y Eliseo: el último de los cuales había sido fundamental para rescatarlos de sus enemigos en varias ocasiones, cuando todos los medios humanos habían fallado, y su caso parecía completamente desesperado, y quienes, afortunadamente, habían continuado con ellos, testigo fiel de Dios y luz ardiente y brillante durante unos sesenta años. Y en los días de este mismo rey, cuando Israel fue llevado cautivo, tuvieron a Oseas, Amós, Isaías y Miqueas. Y en los días del último rey de Judá, cuando esa tribu fue llevada cautiva, tenían a Jeremías y Ezequiel. Todos estos se habían preocupado de mostrar tanto a los reyes como al pueblo sus pecados, y advertirles de las fatales consecuencias de ellos; y para exhortarlos, suplicarlos e instarlos a que se aparten de ellos, a la adoración y al servicio del Dios vivo y verdadero. Todos estos se habían preocupado de mostrar tanto a los reyes como al pueblo sus pecados, y advertirles de las fatales consecuencias de ellos; y para exhortarlos, suplicarlos e instarlos a que se aparten de ellos, a la adoración y al servicio del Dios vivo y verdadero. Todos ellos se habían preocupado de mostrarles a los reyes y al pueblo sus pecados y advertirles de las fatales consecuencias de ellos; y exhortarlos, suplicarlos e instarlos a que se aparten de ellos, a la adoración y al servicio del Dios vivo y verdadero.

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