Y así fue que no temieron al Señor. No reconocieron ni adoraron al Dios verdadero de ninguna clase. Por lo tanto, el Señor envió leones entre ellos por su gran negligencia y desprecio de Dios, lo cual era contrario a los principios y prácticas de los paganos, que solían adorar a los dioses de las naciones donde vivían y daban ese honor a sus dioses falsos que aquí negaron a la verdad. Por medio de esto Dios también afirmó su propia soberanía sobre esa tierra, y les hizo entender que ni los israelitas fueron expulsados, ni traídos, por su valor o fuerza, sino por la providencia de Dios, quien, como había expulsado a los israelitas por su negligencia en el servicio de Dios, por lo que ambos podrían y, a su debido tiempo, los expulsarían también, si fueran culpables de los mismos pecados.

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