Buena es la palabra del Señor. Me someto de corazón a esta sentencia, por ser la más justa y misericordiosa. Todos los verdaderos penitentes, cuando están bajo reprimendas divinas, los llaman no solo justos, sino buenos: no solo se someten, sino que aceptan el castigo de su iniquidad. Así lo hizo Ezequías, y por esto pareció que en verdad se sintió humillado por el orgullo de su corazón. Indudablemente, le dolía muchísimo enterarse de las calamidades que habrían de sobrevenir a sus hijos; pero, sin embargo, con una mente verdaderamente penitente y piadosa, pronunció la sentencia buena, como proveniente de ese Ser que no sólo hace nada sino lo justo, sino lo templado con misericordia y bondad, incluso cuando castiga; y por lo tanto una sumisión resignada a su voluntad es sumamente razonable y apropiada, y nuestro deber absoluto.

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