Mataron a los hijos de Sedequías delante de sus ojos. Aunque eran niños, para que este espectáculo, el último que hubiera de contemplar, dejara una profunda y duradera impresión de dolor y horror en su espíritu. Y al matar a sus hijos declararon de hecho que el reino ya no existía, y que ni él ni ninguno de los de su raza eran dignos de confianza; por tanto, no eran aptos para vivir. Y le sacó los ojos y lo llevó a Babilonia. Así se cumplieron dos profecías que parecían contrarias la una a la otra. Jeremías predijo: que sería entregado en manos del rey de Babilonia, y hablaría con él boca a boca, y sus ojos verían sus ojos, y que iría a Babilonia, Jeremias 32:4 ; Jeremias 34:3; y Ezequiel profetizó: Nunca vería Babilonia, aunque muriera allí, Ezequiel 12:13. Esta aparente contradicción, el falso profeta Sedequías no pudo reconciliarse, y por lo tanto concluyó que ambas profecías eran falsas y, si podemos darle crédito a Josefo, el rey Sedequías tropezó con esta dificultad. Ambos, sin embargo, se cumplieron literalmente. La reflexión que hace Josefo sobre este acontecimiento, es digna de atención del lector: “Esto puede servir para convencer incluso al ignorante, del poder y la sabiduría de Dios; y de la constancia de sus consejos a través de todas las diversas formas de sus operaciones. Asimismo, puede mostrarnos que la presciencia de Dios de las cosas es cierta; y su providencia regular en el ordenamiento de los acontecimientos; y además, presenta un ejemplo muy ejemplar del peligro de que cedamos ante los movimientos del pecado y la infidelidad, que nos privan de los medios para discernir los juicios de Dios,Antiq. , lib. 10., cap. 11.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad