Simei siguió por la ladera de la colina la paciencia de David pero enardeció más la insolencia de Simei. Y mientras David y sus siervos marchaban, Simei los seguía por la ladera de una colina adyacente; y seguía maldiciendo, insultando y arrojando polvo y piedras sin castigo. David, sin embargo, lo soportó todo, y cuando fue injuriado, no volvió a insultar; sino que encomendó su causa al que juzga con justicia. Hasta qué punto fue, en este caso, un emblema de su Hijo sufriente, no es difícil de discernir ni aventurero de afirmar. Delaney.

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