Bendice al Señor, alábalo solemnemente por tu comida; lo cual es una deuda tanto de gratitud como de justicia, porque es de su providencia y favor que recibes tanto tu alimento como tu refrigerio y tu fuerza. La más indigna y absurda es la profanación demasiado común de aquellos que, profesando creer en Dios, de quien provienen todas sus comodidades, le guardan rencor en sus comidas, ya sea deseando su bendición ante ellos, o ofreciendo la debida alabanza a él. Dios tras ellos.

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