El rey dijo: Hazlo así con el judío Mardoqueo. Si el rey hubiera dicho como esperaba Amán: Tú eres el hombre , ¡qué buena oportunidad habría tenido para realizar el encargo que había venido y haber pedido que, para gracia la solemnidad de su triunfo, Mardoqueo, su enemigo jurado, podría ser colgado al mismo tiempo; pero ¿cómo se queda atónito cuando el rey le pide que no ordene todo esto, sino que lo haga él mismo a Mardoqueo, el judío, el mismo hombre al que odiaba más que a todos los hombres, y cuya ruina buscaba, y ahora vino a ¡solicitar! Vio que ahora no tenía sentido pensar en mover algo al rey contra Mardoqueo, ya que él es el hombre a quien el rey se deleita en honrar.

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