Líbrame de mi hermano Esaú, porque le temo. El temor que anima la oración es en sí mismo agradable. No era un ladrón, sino un asesino al que temía: no era sólo su propia vida la que estaba en juego, sino la de las madres y los niños. Tú dijiste: Seguramente te haré bien las promesas de Dios, ya que son la guía más segura de nuestros deseos en la oración y nos proporcionan las mejores peticiones; por eso son la base más firme de nuestras esperanzas y nos brindan los mejores ruegos.

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