No soy digno Es una súplica sorprendente. Uno pensaría que debería haber alegado que lo que ahora estaba en peligro era el suyo contra todo el mundo, y que se lo había ganado bastante caro; no, suplica, Señor, no soy digno de ello. De la menor de todas tus misericordias, mucho menos soy digno de un favor tan grande como el que ahora estoy demandando. Porque con mi cayado pasé por este Jordán pobre y desolado, como un peregrino desamparado y despreciado; sin guías, sin acompañantes, sin asistentes. Y ahora me he convertido en dos bandas. Ahora estoy rodeado de un numeroso séquito de niños y sirvientes. Aquellos cuyo último fin aumenta grandemente, deben recordar con humildad y gratitud cuán pequeños son susel comienzo fue.

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