¿Y abres tus ojos a tal? ¿Tú, el infinito Jehová, el Dios omnipotente, independiente y supremo de todo, el Todopoderoso, abres tus ojos a una criatura tan insignificante e indefensa? ¿Tú, el Dios inmutable, eterno, contemplas y tienes en cuenta un ser tan frágil, cambiante y efímero? ¿Consideras tú, bendito y santísimo, un objeto tan enfermo, contaminado y miserable? ¿Piensas o te preocupas por él? ¿No está infinitamente bajo tu atención? ¿Y te rebajas tanto como para observar sus caminos, sí, todos sus caminos? Y llevarme a juicio contigoRuega conmigo por tus juicios, y por eso, en cierto modo, me obliga a suplicarte. ¿Me traes a mí, un gusano tan despreciable como soy, a juicio contigo, que eres tan perspicaz para descubrir el menor defecto, tan santo para odiarlo, tan solo para condenarlo, tan poderoso para castigarlo? La consideración de nuestra incapacidad para contender con Dios, de nuestra propia pecaminosidad y debilidad, debería comprometernos a orar: Señor, no entres en juicio con tu siervo.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad