¿Quién sacará cosa limpia de inmunda?Confieso que soy una criatura inmunda y, por lo tanto, propenso a ser aborrecido por tu santidad y condenado por tu justicia, si me tratas con rigor. Pero recuerde, este no es mi caso peculiar, sino la suerte común de todo hombre, que desciende de padres pecadores y, al estar infectado con la corrupción original, inevitablemente debe ser inmundo. ¿Por qué, entonces, me infliges juicios tan peculiares y extraordinarios por lo que es común a todos los hombres? Y aunque mi corrupción natural no excusa mis pecados actuales, sin embargo espero que pueda procurar alguna mitigación de mi castigo y hacer que tu divina piedad me trate con menos severidad. Observa, lector, que los niños limpios no pueden provenir de padres impuros, ni las actuaciones limpias de un principio impuro, como tampoco pueden provenir corrientes puras de un manantial impuro, o uvas de espinos. Nuestra corrupción habitual se deriva, con nuestra naturaleza, de nuestros progenitores, y por lo tanto se cría en los huesos: y nuestra sangre no solo está teñida por una convicción legal, sino contaminada por una enfermedad hereditaria. Y de ahí fluyen todas las transgresiones reales, que son el producto natural de la corrupción habitual. Este santo Job se lamenta aquí, como lo hacen todos los santificados, siguiendo los arroyos hasta la fuente. La paráfrasis caldea lee este versículo,¿Quién puede limpiar al hombre contaminado por el pecado? ¿No puede uno? es decir, Dios: ¿ o quién sino Dios, que es uno, y lo perdonará? Dios puede cambiar la piel del etíope, y a él debemos dirigir nuestra oración, diciendo: Es prerrogativa de tu gracia sacar algo limpio de lo inmundo, y esa gracia te imploro humildemente.

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