El hombre no conoce su precio. Su inmenso, su indescriptible valor; ni se puede comprar con todo lo que tiene para dar por él. Tampoco se encuentra en la tierra de los vivientes. No es algo que ninguna parte de este mundo pueda ofrecer. Tampoco se encuentra en la perfección entre los hombres mortales, que viven en la tierra, sino sólo entre los espíritus benditos que viven en el cielo. La profundidad dice: No está en mí, &C. Si hablaran los profundos abismos del mar, nos dirían que no ocultan esta sabiduría en sus grandes profundidades. No se encuentra en ninguna parte de la tierra o el mar, aunque un hombre debería cavar o bucear muy profundo para encontrarlo; ni debe aprenderse de ninguna criatura. Porque aunque las criaturas de Dios descubren su ser y poder y, en parte, su sabiduría, no nos instruyen en los métodos y razones de sus providenciales dispensaciones hacia los hombres buenos y malos; ni comunicar ese conocimiento experimental y práctico de él del que viene la salvación.

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