Este es mi mandamiento. Esto os lo ordeno especialmente, ya sea como apóstoles o como cristianos privados; que se amen los unos a los otros cordial y constantemente; incluso, si es posible, con el mayor fervor y constancia, como los he amado para estar dispuestos a sacrificar sus vidas el uno por el otro, como yo expongo y entrego la mía por ustedes. Es notable, que ningún deber es inculcado con más frecuencia, o instado más patéticamente a sus discípulos, por nuestro Señor, que el del amor mutuo. Este es mi mandamiento, dice, como si fuera el más necesario de todos los mandamientos. La razón podría ser, 1º, que como bajo la ley, la prohibición de la idolatría era el mandamiento en el que se insistía más que cualquier otro, porque Dios previó que el pueblo sería propenso a ese pecado; así que Cristo, previendo que la Iglesia cristiana sería adicta a contiendas y divisiones poco caritativas, luchas y animosidades, pensó que era apropiado poner el mayor énfasis en este precepto. 2. El amor mutuo entre los cristianos es un deber que incluye muchos otros deberes y que tiene una buena influencia sobre todos: y el amor de Cristo hacia todos nosotros debe dirigirnos, animarnos e impulsarnos a este deber; de ese modo nos mostró nuestro deber a este respecto y nos puso bajo las obligaciones más poderosas para cumplirlo.

Añádase a esto, que nuestro Señor fue tan ferviente en presionar a sus discípulos al deber del amor mutuo, no solo porque era el gran propósito de su evangelio promoverlo, sino porque esta virtud la ejercieron sus apóstoles y primeros discípulos entre ellos, y hacia toda la humanidad, sería un gran medio para hacer exitosa su predicación; así como el inmenso amor de Cristo por los hombres siempre tendrá una gran influencia para atraerlos hacia él.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad