Los hijos de Benjamín oyeron. Como personas despreocupadas y resueltas, no fueron ni enviaron allá: en parte por su propio orgullo y terquedad; en parte porque, como eran reacios a entregar a cualquiera de sus hermanos a la justicia, presumían que las otras tribus nunca procederían a la guerra contra ellos; y en parte de un enamoramiento divino, endureciendo a esa tribu malvada para su propia destrucción. Díganos que hablan con el levita, su criado y su anfitrión, que sin duda estuvieron presentes en esta ocasión.

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