Tú, oh Señor, eres para siempre Aunque, por nuestros pecados, hayas permitido que nos sobrevengan estas calamidades, y nuestro trono, por tu justa providencia, sea derribado; sin embargo, sigues siendo el mismo Dios que siempre fuiste: tu poder no ha disminuido ni tu bondad ha disminuido. Tú todavía gobiernas el mundo, y ordenas todos los acontecimientos de él, y lo gobernarás y supervisarás sus asuntos, por los siglos de los siglos. Por tanto, siempre puedes ayudarnos, ¿y no estás tan dispuesto como puedes? ¿Es posible que no hagas caso de las promesas que le has hecho a tu pueblo? Nuestra esperanza, por tanto, está todavía en ti, a quien esperamos misericordia y liberación. ¿Por qué nos olvidas?, &C. ¿Por qué actúas con nosotros, en las dispensaciones de tu providencia, como si nos hubieras olvidado, y nos hubieras desamparado durante mucho tiempo? Vuélvenos a ti, oh Señor, conviértenos a ti mismo de nuestros pecados e ídolos, por un sincero arrepentimiento y una conversión completa; y seremos convertidos a ti Efectiva y duraderamente, para no volvernos más de ti.

Renueve nuestros días como en el pasado Restáuranos a esa felicidad y prosperidad que antes disfrutamos. Pero tú nos has rechazado por completo en hebreo, כיאם מאס מאסתנו, que, al parecer, debería traducirse más bien, Porque ciertamente nos has desechado , etc., el profeta, en este versículo, asignando la razón de la aplicación anterior. Porque el haber rechazado Dios a su pueblo y haber expresado gran indignación contra ellos, fue la causa y el fundamento de su súplica ante él, y de orar así con fervor para que se le devolviera el favor y el disfrute de sus antiguos privilegios. Los rabinos judíos, como no querían que el libro concluyera con las melancólicas palabras de este versículo, repiten después de ellos la oración del versículo anterior, a saber : Vuélvenos a ti., etc., una oración que no podemos dirigir con demasiada frecuencia o con demasiado fervor a Dios, por nosotros mismos y por los demás. Y sin duda el ferviente celo con el que el profeta suplica al Señor que tenga compasión de su pueblo, debería animarnos, en todo momento, a orarle fervientemente, especialmente por la protección, seguridad y prosperidad de su iglesia, y el suministro de todas sus necesidades, ya sea expuesta a persecuciones y sufrimientos por un lado, oa los asaltos de la infidelidad, la impiedad y el vicio por el otro.

También podemos aprender, de esta oración humilde y ferviente del profeta por la restauración de la nación judía, que, cuando Dios nos corrige y nos aflige, incluso con la mayor severidad, no debemos abatir ni reprimir la oración ante él, sino recurramos a él mediante el verdadero arrepentimiento y la fe, e imploramos su misericordia perdonadora y su gracia renovadora, como la única manera de obtener la luz de su rostro y la restauración de nuestro anterior estado de paz, tranquilidad y consuelo.

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