En el día veinticuatro, la fiesta de los tabernáculos comenzaba el decimocuarto día y terminaba el veintidós, tiempo durante el cual estaba prohibido el luto, como contrario a la naturaleza de la fiesta, que debía celebrarse con alegría. Pero ahora, el veinticuatro, al día siguiente, pero uno después de la fiesta, sus conciencias se habían despertado por completo y sus corazones estaban llenos de dolor por sus pecados, que no se les permitió expresar en ese tiempo de alegría pública, reanudar sus pensamientos anteriores y, recordando sus pecados, apartó un día para el ayuno solemne y la humillación.

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