Bienaventurado el hombre que siempre temeQuien, en todos los tiempos, compañías y condiciones, mantiene en su mente un santo temor por Dios y una reverencia por él, su gloria y majestad, su sabiduría y poder, su santidad y justicia, su grandeza y bondad; que siempre tiene miedo de ofenderlo y de incurrir en su disgusto; que mantiene tierna su conciencia y tiene pavor a la apariencia del mal; que siempre está celoso de sí mismo, desconfía de su propia suficiencia y vive a la espera de problemas y cambios; para que, cuando vengan, no lo sorprendan: el que guarda en su mente un temor como este, vivirá una vida de fe, oración y vigilancia, y por eso es feliz, bienaventurado y santo; porque por la presente evita el daño que les sobreviene a los pecadores intrépidos y descuidados, como se expresa en la siguiente cláusula, y obtiene esa salvación eterna de la que no logran.Pero el que endurece su corazón, que avanza obstinadamente y con seguridad en caminos pecaminosos, desechando toda la debida reverencia a Dios y el justo temor de sus amenazas y juicios; Caerá en daño Caerá en una culpa y miseria aún mayores.

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