Bienaventurado el hombre que siempre teme; mas el que endurece su corazón, caerá en el mal.

Dichoso el hombre que siempre teme, tanto en la prosperidad como en la adversidad. "Teme" ofender a Dios; miedo no servil, sino filial; no ligada a la ansiedad, la duda o la desconfianza en cuanto a la realidad de la gracia recibida. La cautela reverencial en cuanto al pecado, unida al amor a Dios, opuesta a la temeridad y endurecimiento del corazón con que los pecadores menosprecian el pecado y confían en su propia justicia.

Pero el que endurece su corazón (contra los preceptos, amenazas y promesas del Señor, y las mociones internas del Espíritu, bajo una noción falsa en cuanto a la paciencia y la misericordia de Dios) "caerá en el mal". Entonces Faraón.

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