Tu nombre, oh Señor, permanece para siempre. Estas maravillosas obras tuyas nunca serán olvidadas. Ellos, junto con la tierra que nos diste a través de ellos, y que aún disfrutamos, son un monumento eterno de tu poder y bondad, y una obligación y un estímulo para nosotros de confiar en ti, en todo nuestro presente o dificultades futuras. Porque el Señor juzgará a su pueblo. A su debido tiempo, defenderá la causa de su pueblo o juzgará por él. Y él mismo se arrepentirá , etc. Él recordará esa severa sentencia que por sus pecados les había impuesto.

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