Sus dioses son dioses de las colinas. Ver Números 23:27y Virgil, En. viii. ver. 698 y c. El obispo Warburton observa que cuando Ben-adad, cuyas fuerzas consistían en carros y jinetes, había luchado sin éxito contra el rey de Israel, sus ministros, en un consejo de guerra, le dieron su consejo en los términos incluidos en este versículo. . De este pasaje, dice él, recojo, 1. Que el ejército de Israel, que consiste en su totalidad de infantería, había elegido la situación de las colinas; y esto con la habilidad militar adecuada. 2. Que su éxito constante con tal disposición de sus fuerzas ocasionó este consejo de los ministros de Ben-adad. Estos hombres, poseídos por la noción general de las deidades tutelares locales, encontrando siempre exitosas las armas de Israel en las colinas, lo tomaron por la manifestación eminente de los poderes de sus dioses; Sus dioses, dicen ellos,son dioses de las colinas. Su superstición dictaba la primera parte de su opinión y su habilidad en la guerra la segunda; Luchemos contra ellos en las llanuras. Las operaciones de guerra habían sido hasta ahora de lo más absurdas: habían atacado a un ejército de infantería con otro de caballería en colinas y desfiladeros.

El consejo de estos ministros fue realmente bueno; pero cómo ponerlo en ejecución era la cuestión; porque, siendo ellos los asaltantes, los israelitas eran dueños de la tierra; de modo que, después de todo, no había otra manera de llevarlos a la llanura, que golpeándolos desde las colinas; y allí debieron haberse quedado hasta que el hambre y la deserción terminaron su disputa. En esta exigencia, su blasfemia contra el Dios de Israel les permitió poner en práctica sus consejos contra él. Ellos imaginaron, de acuerdo con la superstición de ese tiempo, y así se dieron por vencidos , que él era el Dios de las colinas, pero no de los valles. Disputada así su omnipotencia, puso a su pueblo en la llanura y envió a su profeta, 1 Reyes 20:28para predecir la venganza venidera de sus enemigos; y su derrota fue una confirmación singular e innegable tanto de su divina omnipotencia como de su veracidad. Div. Pierna. vol. 3: pág. 290 y c.

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