Ponme, te lo ruego, etc.— Ver 1 Reyes 2:27. De una revisión de este útil e instructivo capítulo, podemos extraer varias reflexiones de importancia. El cántico de Ana, la madre de Samuel, y su acción de gracias pública y solemne a Dios, son una nueva prueba de su piedad, y nos enseñan a expresar nuestra gratitud y a bendecir al Señor cuando nos concede algún favor señalado. Aprendemos particularmente en esta canción, que la Providencia anula todas las cosas; que Dios confunde a los soberbios; que cuida de los débiles y afligidos que le temen; que los protege y escucha sus oraciones. Esta es una doctrina llena de consuelo y consuelo para los hombres buenos, apoyándolos en sus pruebas y llevándolos a la santidad y la confianza en Dios. El relato de la horrible impiedad y sacrilegio de los hijos de Elí debería convencernos de que la vida perversa y suelta de los ministros de religión es el mayor de todos los escándalos;

La conducta de Eli exige nuestra seria atención; en lugar de castigar a sus hijos como se merecían, solo los reprendió gentilmente; y por tanto Dios, por medio de su profeta, declaró que por esto mismo sus hijos y su posteridad serían destruidos. Este notable ejemplo debería enseñar a los padres que complacer a sus hijos es un pecado muy grande; que Dios castiga a padres tan tiernos e indulgentes con los propios hijos; y que a menudo ocasiona la ruina y destrucción de familias. Pero esta indulgencia es particularmente pecaminosa en las personas de carácter público, y especialmente en los gobernadores y magistrados de las iglesias, cuando no reprimen el vicio y la irregularidad oponiéndolo con firmeza y resolución hasta el máximo de su poder. La dura reprensión de Dios a Elí por parte del profeta, y las miserias que poco después sufrieron sus hijos y todo el pueblo, prueban que grandes desgracias se deben a esta indulgencia; y que no sólo las personas privadas, sino también el público, quedan así expuestas a la venganza divina. Ver Ostervald.

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