Vanidad de vanidades.— La menor reflexión sobre ese término último de todas nuestras ocupaciones, goces y esquemas de felicidad en este mundo, la muerte, naturalmente trae a la mente la máxima enunciada al comienzo de este discurso, y de la cual, por probando su verdad con respecto a todos ellos, el filósofo hebreo se había esforzado por evidenciar la necesidad de un estado futuro. Por tanto, conviene volver a mencionarlo, a fin de preparar las mentes de sus oyentes para la conclusión general; que, sin embargo, separó de él por el cuarto y último preceptoo un consejo que creyó necesario dar; y que, como no tenía una retrospectiva particular de ningún argumento usado antes, era apropiado dividir, de una forma u otra, de los que sí lo habían hecho. Vea los siguientes versículos.

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