Entonces dijo su hermana, & c.— La mano de la Providencia fue muy visible en todo este evento: y como inspiró el corazón de la hija de Faraón para que la niña fuera educada como si fuera suya; así que inspiró a Miriam a acercarse a la princesa y ofrecerle sus servicios, para ir a llamar a una enfermera hebrea. Uno puede imaginarse fácilmente que el sacar al niño de las banderas ocasionó alguna prisa y problemas; y Miriam, que estaba a cierta distancia en guardia, podía acercarse, por casualidad o por curiosidad natural, para ver al pobre niño; y, al encontrar a la princesa decidida a salvarlo, podría proponerle una nodriza hebrea, ya que era hija de un hebreo.

Fácilmente podemos concebir con qué alegría voló hacia su madre en esta ocasión, así como con qué transporte debió haber recibido la madre a su infante de manos de la princesa, con una orden expresa de cuidarlo con el mismo cuidado, como si él era suyo. En Josefo, Eusebio y otros, el lector puede encontrar muchas anécdotas sobre este hecho, a las que dará el crédito que se crea que exija su autoridad.

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