A semejanza de un infante miserable, se muestra el estado natural de Jerusalén. El extraordinario amor de Dios hacia ella: su monstruosa prostitución: su doloroso juicio: su pecado, igualar a su madre y exceder a sus hermanas Sodoma y Samaria, exige juicios. Al final se promete misericordia a sus hijos arrepentidos.

Antes de Cristo 593.

JERUSALÉN está representada bajo la imagen de un niño expuesto, a quien Dios preservó de la destrucción, crió, desposó y exaltó a la soberanía. Pero ella demostró ser infiel y abandonada; y por eso Dios la amenaza con severa venganza; pero gentilmente promete que en el futuro cumplirá su pacto inicial con ella.
La alegoría se comprende fácilmente; y, como observa el Sr. Lowth, tiene mucha fuerza, vivacidad y vehemencia de elocuente amplificación. Las imágenes están adaptadas a un pueblo inmerso en la sensualidad. Véase el obispo Lowth, Prael. Hebr. 31: pág. 403. 2do. ed. 8vo.

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