A Adán le dijo, & c.— Ahora sigue la maldición del hombre, que está condenado a trabajar y trabajar para su alimento y sustento todos los días de su vida; trabajo sobre un suelo, maldito por su causa, y por lo tanto no produce ningún bien en sí mismo, sino sólo espinos y cardos: trabajo, hasta que su cuerpo regresó de nuevo al polvo original de donde fue tomado, muriendo la muerte denunciada sobre él, como el seguro consecuencia de su transgresión.

De la maldición pasada sobre la tierra, y el trabajo ahora necesario para cosechar sus frutos, se ha inferido razonablemente que si el hombre hubiera continuado siendo perfecto, la tierra habría producido espontáneamente sus frutos: y no habría más espinas ni cardos. en el suelo, de lo que habría habido propensiones al mal en la mente humana.

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