II. LA MALDICIÓN.--El estudiante de la Biblia debe leer cuidadosamente los versículos intermedios entre el 6 y el 17. Estos hablan del arresto de la pareja culpable, su acusación, sus excusas, la maldición sobre la serpiente, la primera de las promesas mesiánicas y la sentencia sobre la mujer. Adán es sentenciado último, como último en la transgresión.

17. Porque has escuchado la voz de tu mujer.

Así como la mujer había cedido a la voz de la serpiente, Adán había cedido a la de su esposa. Adán, en su poco varonil intento de justificación, había echado la culpa a la mujer y a Dios que la había dado, incluso aparentemente encontrando faltas en Dios. En esta declaración formal de los motivos de su condenación, se le acusa de haber escuchado la voz de ella en lugar de la voz de Dios. La mujer le mandó comer, pero Dios le había dicho que no comiera. Él la obedeció pero desobedeció a Dios. Al obedecer la voz del dado, había desobedecido la voz del Dador. Luego siguen varios elementos de la maldición especial sobre el hombre.

Maldita será la tierra por tu causa.

En el Edén los frutos buenos para el uso humano crecieron espontáneamente, pero con el cambio del Edén después de la Caída, el espino, el cardo y la cizaña se convirtieron en el producto espontáneo. Esto es ciertamente verificado por los hechos de la naturaleza. Los diversos productos de la tierra sobre nuestras mesas están todos asegurados por el trabajo humano. Ni los cereales, ni las frutas ni las verduras que se comen hoy en las millones de mesas de esta tierra crecieron salvajes.

estado de naturaleza El hombre está ahora condenado al trabajo y al dolor. La mitad de la raza humana está condenada a un trabajo incesante como precio de su existencia. Pasan sus años. Lucha incesante por la existencia. Sin embargo, incluso esta maldición primordial lo es. bendición oculta. La ociosidad es el peor enemigo de. raza pecadora. La ocupación constante es necesaria para evitar que los hombres vayan de mal en peor. En los trópicos, donde se requiere menos trabajo para vivir, la raza humana es menos valiosa. En las zonas templadas, donde los hombres se ven obligados a emplear la mitad del año en proveer para la otra mitad, la raza es más vigorosa, varonil y virtuosa.

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