Por la fe cayeron los muros de Jericó. La fe que el apóstol recomienda aquí fue la fe no solo de Josué, sino también de todos los sacerdotes piadosos y de todo el pueblo religioso. Creyeron a Dios que si, según sus instrucciones, marchaban juntos alrededor de Jericó durante siete días, tocarían las trompetas y gritarían, a la hora señalada, los muros caerían al suelo. Esta su fe era perfectamente racional, porque la promesa del milagro fue hecha por Dios; a cuyo poder infinito, y no a la probabilidad de los medios, debían buscar la realización del mismo.

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