Nos hemos atado bajo una gran maldición, nos hemos atado con un solemne anatema, parece una interpretación adecuada del enfático original. Juramentos tan execrables como éstos no eran inusuales entre los judíos, que se impugnaban a sí mismos el derecho de castigar a quienes no tenían ningún proceso legal, a quienes consideraban transgresores de la ley; y en algunos casos, pensó que estaba justificado matarlos. Josefo menciona un caso no muy diferente a este, de algunos que se comprometieron con un juramento a matar a Herodes; en el que se gloriaron, como una intención loable, porque él había violado la antigua costumbre de su nación.

Por lo tanto, no es de extrañar que estos judíos no tengan escrúpulos en informar a los principales sacerdotes y ancianos de su conspiración contra la vida de San Pablo; que estaban tan lejos de culparlos por ello, que, poco después, renovaron ellos mismos el mismo diseño. El Dr. Lightfoot ha demostrado del Talmud que si se les impedía cumplir votos como estos, era fácil obtener la absolución de sus rabiosos.

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