Este género no sale, etc.— La oración y el ayuno no podrían tener relación con la expulsión de demonios, sino sólo en la medida en que tuvieran una tendencia a aumentar la fe de los milagros en aquel que tenía ese poder anteriormente conferido a él. Por ejemplo, la oración, al impresionar la mente de un hombre con un sentido más íntimo de que todas las cosas dependen del poder infinito e incomprensible de Dios, eleva su idea de ese poder a una sublimidad mayor que la que puede hacerse en el camino de la especulación ordinaria.

Y en cuanto al ayuno, al debilitar la vida animal, somete las pasiones que se nutren de la continua plenitud del cuerpo. Por tanto, el ayuno tiende a liberar la mente del dominio de la pasión, que nunca deja de ocasionar una gran perturbación interior, y que a veces se ha descubierto que incluso a los hombres santos se les distrae, al menos a las impresiones más silenciosas del Espíritu de Dios. El ayuno, por tanto, produce una quietud y una calma interior, muy favorable al crecimiento de la fe.

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