Entonces vino a él, etc.— Las predicciones de nuestro Salvador con respecto a sus sufrimientos no fueron comprendidas por sus discípulos, o al menos comprendieron que, cualesquiera que fueran las dificultades que se encontraran en el camino, esos sufrimientos ciertamente terminarían en su triunfo temporal y en su gloria. , con sus hijos Santiago y Juan, y por instigación de ellos, se acercó a Jesús con una petición peculiar, que descubrió de la manera más clara el temperamento mental en el que se encontraban: ver Marco 10:35 . Parece que Salomé, porque ese era su nombre (comparar cap. Mateo 27:56 con Marco 15:40.) estaba ahora en el séquito de nuestro Señor, después de haberlo seguido desde Galilea con otras mujeres piadosas, que lo acompañaron en su viaje y lo atendieron; es decir, le suministró dinero y se ocupó de que se le acomodara con alojamiento y demás necesidades.

Salomé podría prestar más fácilmente esta asistencia, ya que su marido parece haber muerto ahora y haberla dejado en buenas condiciones, según su posición; porque aprendemos de los evangelios que tenía un vaso propio y jornaleros. Salomé, por lo tanto, conocía particularmente a nuestro Señor y siempre le había mostrado un gran respeto, se consideraba merecedora de un favor distinguido, y por eso se comprometió de buena gana, ante el deseo de sus hijos, a interceder ante él en su favor. Desde la transfiguración de Cristo, los dos hermanos habían concebido nociones muy elevadas de la gloria de su reino y, puede ser, también de su propio mérito, porque habían sido admitidos para contemplar ese milagro. Formaron el proyecto, por lo tanto, de asegurarse los lugares principales por su promesa particular, y abrazó esto como una oportunidad adecuada para lograr su propósito. Probablemente hay una alusión en las palabras de su solicitud a una circunstancia que los escritores talmúdicos relatan con respecto al Sanedrín: que había dos oficiales de distinción, que se sentaban a cada lado delNasi, o presidente de la corte, el llamado Ab-bethdin, o "el padre del juez", que estaba sentado a la derecha del presidente; el otro Chacham, o el sabio, que se sentaba a la izquierda. Ver a Witsius. Misceláneo. Sacra, vol. 1: lib. 2: dis. 3 y las obras del obispo Bull, vol. 1: pág. 286.

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