¡Hipócrita! Como juzgamos con los ojos las cosas que se relacionan con el cuerpo, así con el entendimiento juzgamos las cosas que se relacionan con el alma. Por lo tanto, puedes dejar esto como algo fijo y seguro, que cuanta más gracia y santidad poseas, mejor podrás juzgar las faltas de tu hermano; y el mejor calificado, tanto en el punto de habilidad como de autoridad, para reclamarlo por la gracia de Dios. Su juicio sobre su carácter y acciones será mucho más caritativo y, por esa razón, mucho más justo. Tu reprensión será mucho más suave, prudente y ganadora, y tu autoridad para presionar sobre él la necesidad de la regeneración y reforma será mucho más importante.

Es hipocresía fingir celo por los demás, si no lo hemos tenido antes por nosotros mismos. El verdadero celo es uniforme y, en dependencia de la gracia divina, comienza en el interior a quitar el rayo de nuestro propio ojo; que es su trabajo propio y peculiar, y una calificación necesaria para reformar a otros. Sin embargo, incluso cuando está tan calificado, debe proceder con una precaución prudente, como nuestro Señor nos instruye en el siguiente versículo.

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