Verdaderamente la mies es abundante. La multitud que siguió a Jesús, y expresó un deseo tan ferviente de recibir su instrucción, le dio la ocasión de hacer esta reflexión. Compara Judea y los países vecinos con campos cubiertos de maíz maduro, donde no faltaban más que segadores. Ver Juan 4:35 y Beausobre y Lenfant.

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