Y llorarás al final: cuando en el declive de la vida estarás sin fuerzas, sin vigor, sin hijos, sin apoyo, sin recursos. Debemos recordar el gran deseo que tenían los hebreos de tener hijos y una familia numerosa, para poder concebir plenamente el remordimiento del hombre que se encuentra, por su propia culpa, incapacitado para tener hijos legítimos; de un hombre acostumbrado al libertinaje y rodeado de los males que son las consecuencias naturales de la intemperancia.

El sabio señala aquí claramente esa vergonzosa enfermedad, que no elige nombrar, pero que ha sido en todas las épocas el justo castigo de los libertinos. El escritor del Eclesiástico lo ha aludido, Cap. Proverbios 19:2 . Calmet.

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