Hijo mío, guarda mis palabras: la castidad es una virtud de tanta trascendencia, y la impureza una ruina tan grande para la juventud, que el sabio pensó que no podía mencionar con demasiada frecuencia el peligro del uno, para mover a los hombres con cuidado para preservar el otro; por lo tanto, repite con renovada importunidad lo que había instado antes; y, para asegurar mejor a los que desean librarse de la trampa de la lascivia, representa, junto con la sencillez de los jóvenes, los deseos astutos y astutos de una adúltera imprudente; que se expone de la manera más admirable y elegante de Proverbios 7:6como las consecuencias fatales de tal apego se encuentran en los versos siguientes: y, en verdad, este cuadro que nos da el sabio merece ser estudiado con gran atención; como, debidamente señalado, no puede dejar de tener el efecto debido, y de dar un justo aborrecimiento de esos infames Syrens que sólo seducen para traicionar y arruinar. Ver a Patrick.

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