El Señor me recompensó según mi justicia: En este y los cinco versículos siguientes, David declara su propia integridad, y que no se había apartado de los preceptos y mandamientos que Dios le había dado por la ley de Moisés, sino que los había observado concienzudamente; y que, por tanto, Dios, en la liberación que le había concedido, y estableciéndolo pacíficamente en el trono de Israel, había testificado que lo aprobaba y lo había recompensado abundantemente.

Su comportamiento con Saúl fue ejemplar; y no hay ningún caso en este período de su vida que se le pueda imputar, en el que violó los preceptos conocidos de religión y virtud, prescritos por la constitución bajo la cual se encontraba; y por lo tanto, consciente de su integridad, hasta ahora, se gloría y se regocija de que Dios, que fue testigo de ello, lo haya recompensado generosamente.

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