Jehová, pues, sea juez, y juzgue entre tú y yo, y vea, defienda mi causa y me libre de tu mano. - ¿Pongo estas manos sobre el Ungido del Señor? Dios no lo quiera. No; No lo haré por un reino. Estas hazañas perversas las dejo a los hombres perversos. Dios puede, y lo hará, a su debido tiempo, cumplir su propia promesa sin mi pecado. Me contentaré con esperar Su tiempo libre, y permaneceré en la triste condición en la que me encuentro ahora, hasta que le plazca sacarme de ella. - Obispo Sanderson, en Wordsworth.

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