Engañosamente he tratado como un arroyo. - Este es uno de los símiles poéticos más célebres del libro, y nos lleva a la vida en el desierto, donde los wadys, tan poderosos y parecidos a un torrente en invierno, son arroyos insignificantes o fallan por completo en verano. Entonces, cuando el escritor vio el Gnadalquiver (o el poderoso wady) en Córdoba, en agosto, era un arroyo de tercera categoría, corriendo en muchas corrientes divididas en su lecho pedregoso.

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