Las trompetas en sus manos derechas ... - Por lo tanto, estaban relativamente indefensos, aunque, si tuvieran alguna armadura, sin duda aún podrían sostener el escudo en el brazo izquierdo, mientras que la espada estaba ceñida en el muslo. Puede imaginarse el efecto del repentino estrépito, el resplandor y el grito sobre la inmensa y pesada hueste de beduinos. Sobresaltados de su sueño en un campamento que, como los campamentos orientales, debían haber sido imperfectamente protegidos y disciplinados, veían por todos lados antorchas encendidas y oían por todos lados los cuernos de los carneros y el terrible grito de los israelitas.

(Comp. Tac. Ann. I. 68.) El resultado instantáneo fue un pánico salvaje, como el que se apoderó del campamento de los persas en Platæe. El primer pensamiento que se les ocurriría sería que existía alguna traición entre los abigarrados elementos del propio campamento. Incluso un campamento bien disciplinado está expuesto a estos estallidos de pánico. Uno de ellos ocurrió entre los griegos en el campamento de los Diez Mil durante su retirada.

Para avergonzar estas alarmas infundadas, Klearchus a la mañana siguiente hizo que se proclamara una recompensa para cualquiera que diera información "que había soltado el culo"; y esto parece haber sido una broma permanente para avergonzar a los soldados griegos de tales pánicos (Xen. Anab. ii. 2, 20). Varias estratagemas similares a la de Gedeón se registran en la historia. Polyænus, en su libro sobre el “Arte de la guerra”, nos dice que Diœtas, cuando atacó a Heræa, “ordenó a los trompeteros que se apartaran y que hicieran sonar una carga frente a muchos barrios de la ciudad; y que los Heranos, al oír los toques de muchas trompetas de muchas direcciones, pensando que toda la región estaba atestada de enemigos, abandonaron la ciudad.

Frontino también nos dice que los tarquinianos y faliscanos intentaron asustar a los romanos con antorchas, y Minucio Rufus aterrorizó a los scordisci con las trompetas tocadas entre las rocas ( Estrategia ii. 3). En una ocasión, Aníbal escapó de Fabio Máximo atando antorchas a las cabezas de ganado y haciéndolos conducir por las colinas. Los druidas agitaron antorchas para repeler el ataque de Suetonius Paulinus en la isla de Mona (Tac.

Ana. xiv. 30). Un jefe árabe (Bel-Arab) en el siglo XVIII usó trompetas exactamente de la misma manera que lo hizo Gedeón en esta ocasión, y con el mismo éxito (Niebuhr, Beschr. Von Arabien, p. 304). Ewald alude a estratagemas similares en las guerras napolitana y húngara, esta última tan recientemente como 1849 ( Gesch. Ii. 503).

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