Estar de buen ánimo; esto soy yo; No tengas miedo. - La precisión con que san Juan, así como San Mateo y San Marcos, expresan las palabras, muestra la impresión que el incidente causó en la mente de los discípulos. Oír los tonos familiares y las palabras de ánimo fue suficiente, incluso en medio del aullido de los vientos y el batir de las olas, para darles confianza y esperanza. Apenas podemos dudar de que en años posteriores ese momento volvió a su recuerdo, investido para ellos, como lo ha sido desde entonces para la Iglesia en general, con algo de carácter simbólico.

A menudo, el cielo se oscurecía y las olas del mundo problemático eran ásperas, y las ráfagas de la persecución golpeaban sobre ellas, y el arca de la Iglesia de Cristo era arrojada a las aguas, y estaban cansados ​​y agotados remando. Se pensaban abandonados, y luego, en la penumbra del crepúsculo, verían o sentirían una vez más las señales de Su presencia. Venía hacia ellos a través de la tormenta. “Tengan buen ánimo” se convirtió en la consigna de sus vidas.

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