Traduce: Porque la mente de la carne es muerte, pero la mente del Espíritu es vida y paz. No pensar en nada más que en la satisfacción de los sentidos es en sí mismo la muerte, esa condición muerta del alma que desemboca en la muerte eterna; y, por otro lado, tener los pensamientos y afectos gobernados únicamente por el Espíritu, trae consigo esa armonía vital y saludable de todas las funciones del alma que es una garantía segura y un anticipo de una inmortalidad dichosa.

La muerte y la vida están aquí, como en todas partes, con mayor frecuencia en San Pablo, ni muerte espiritual y vida sola, ni muerte eterna y vida sola, sino ambas juntas. El Apóstol no hace aquí ninguna distinción entre las dos cosas.

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