De los impulsos secretos del pecado, la descripción del impío pasa a sus problemas en palabras y hechos. Es un cuadro espantoso de la maldad de un hombre que se abandona sin freno ni remordimiento a la inspiración de su propio corazón malvado. Va de mal en peor. En una gran tragedia inglesa, el asesino, aunque ha decidido vadear más en sangre, reza contra el horror de las tentaciones nocturnas:

“Poderes misericordiosos,
refrena en mí los pensamientos malditos a los que la naturaleza
cede en reposo.

Pero este hombre "trama maldades sobre su cama". Cuando hasta los peores criminales se estremecen ante sus propias acciones, susurrando a sus “almohadas sordas” las agonías que se apoderan de ellos con la oscuridad y el silencio, este hombre impío del cuadro del poeta hebreo se ocupa más bien en intrigar nuevas villanas; incluso entonces no aborrece el mal, o mejor, no rechaza, capta más bien cada nueva sugerencia y la modela hasta su fin.

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